DOGMAS MARIANAS
1.- LA MATERNIDAD
DIVINA
Madre de DiosEl dogma
de la Maternidad Divina se refiere a que la Virgen María es verdadera Madre de
Dios. Fue solemnemente definido por el Concilio de Efeso (año 431). Tiempo
después, fue proclamado por otros Concilios universales, el de Calcedonia y los
de Constantinopla.
El Concilio de Efeso, del año 431, siendo Papa San
Clementino I (422-432) definió:
"Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es
verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios,
porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema."
El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:
"Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada
Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles
acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (Constitución
Dogmática Lumen Gentium, 66)
2.- LA INMACULADA
CONCEPCIÓN
InmaculadaEl Dogma de
la Inmaculada Concepción establece que María fue concebida sin mancha de pecado
original. El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de
1854, en la Bula Ineffabilis Deus.
"Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina
que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su
concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en
previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano,
preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios,
por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles."
3.- LA PERPETUA
VIRGINIDAD
María Siempre Virgen.- El dogma de la Perpetua Virginidad se
refiere a que María fue Virgen antes, durante y perpetuamente después del
parto.
"Ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo
cuyo nombre será Emanuel" (Cf. Is., 7, 14; Miq., 5, 2-3; Mt., 1, 22-23)
(Const. Dogmática Lumen Gentium, 55 - Concilio Vaticano II).
"La profundización de la fe en la maternidad virginal
ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María
incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, el nacimiento de
Cristo "lejos de disminuir consagró la integridad virginal" de su
madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la 'Aeiparthenos', la
'siempre-virgen'." (499 - catecismo de la Iglesia Católica)
4.-LA ASUNCIÓN
Asunción.- El dogma
de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue
elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. Este Dogma fue proclamado por
el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución
Munificentisimus Deus:
"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y
de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente,
que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo,
Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar
la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia,
con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles
Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma
divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María,
terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria
del cielo".
La Santísima Virgen es nombrada también bajo los títulos de:
Coronación Madre de la Iglesia y Madre de los hombres. La Virgen no puede ser
objeto de culto de adoración o latría (la adoración sólo corresponde a Dios).
Pero sí se honra a la Virgen de una manera especial, a la que la Iglesia llama
"hiperdulía" que es una veneración mayor a la que se da a los santos
del cielo, ellos son objeto de culto de "dulía" o veneración.
El primero de noviembre de 1950, el Papa Pío XII ponía la
última joya a la fúlgida corona de los personales privilegios que adorna la
frente de la Inmaculada Virgen María Madre de Dios, con la proclamación del
dogma de la Asunción de la Bienaventurada Virgen en cuerpo y alma a la gloria
celestial.
"Para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la
Virgen María su peculiar benevolencia, para honor de su Hijo, Rey inmortal de
los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para aumentar la gloria de la
misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad
de Nuestro Señor Jesucristo, de los Bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y
con la Nuestra pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente
revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el
curso de la vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria
celestial". (DS 3903).
"La Virgen Inmaculada preservada de toda mancha de
culpa original, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y
alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal
con el fin que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (Cf.
Ap. 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte". (LG. 59).
La Asunción es la lógica consecuencia de la divina
maternidad, de la perpetua virginidad y de la perfecta santidad de María.
¿En qué consiste el
dogma de la Asunción?
El privilegio de la Asunción concedido a María consiste en
el don de la anticipada glorificación integral de su ser, alma y cuerpo, a
semejanza de su Hijo.
La verdad definida concierne, pues, solamente el estado
glorioso de la Santa virgen y sin determinar la manera en que María llegó a su
glorificación en cuerpo y alma, si pasando a través de la muerte y la
resurrección o no.
Cuando uno muere en amistad con Dios (en gracia de Dios), su
alma inmediatamente después de la muerte, o después su purificación en el
Purgatorio, si tuvo necesidad, va a gozar de la visión intuitiva, es decir, ve
la divina esencia sin mediación de criatura alguna, ve a Dios cara a cara, es
verdaderamente bienaventurada y tiene vida y descanso eterno, y ello aun antes
de la reasunción de su cuerpo en la resurrección final y del juicio universal;
en otras palabras, en la muerte el alma se separa del propio cuerpo y si está
en gracia de Dios, o purificada en el Purgatorio, va inmediatamente en el
Paraíso a gozar, mientras su cuerpo va "a la tierra de donde fue
sacado", y ahí espera hasta la resurrección final cuando resucitará
glorioso a semejanza del cuerpo resucitado de Jesús y se unirá a su alma para
gozar (el hombre) en cuerpo y alma por toda la eternidad; será entonces la
"plenitud de la vida en la resurrección" (DS 1000).
Y entonces el que muere en amistad con Dios participa de la
bienaventuranza antes del juicio final cuanto al alma, no cuanto a cuerpo, y
tendrá la "plenitud" en la resurrección:
"Usted sabe del estudio de la Escatología que el alma
debe estar unida a su cuerpo por naturaleza (unión sustancial), y entonces no
puede estar separada de su cuerpo; ahora bien, es el hombre (cuerpo y alma) que
goza, y si "momentáneamente" (hasta la resurrección), el alma está
separada de su cuerpo, es por la fuerza divina que así la mantiene... A la
resurrección, la deja y el alma se una a su cuerpo... Por ejemplo, una piedra "por
naturaleza" está en el suelo, pero si usted la levanta, y la tiene en su
mano, está separada del suelo porque usted la detiene, y en el momento que
usted "la suelta", inmediatamente "por naturaleza" alcanza
el suelo, su lugar natural... Por eso, el alma goza de la vida dichosa en el
Paraíso, pero gozará plenamente en la resurrección, será entonces la plena
victoria sobre la muerte".
En la plenitud de la gloria celestial, en la plenitud de la
bienaventuranza en la gloria celestial se encuentran la Humanidad santísima de
Nuestro Señor Jesucristo y la Bienaventurada Virgen María, en cuerpo y alma; y
a esa gloria llegarán todos los elegidos al final del mundo.
LA DEFINICIÓN
DOGMÁTICA DICE "TERMINADO EL CURSO DE LA VIDA TERRENA".
El dogma consiste en "la no corrupción" del cuerpo
de la santa Virgen María, y ello.
- O por anticipada resurrección, es decir, la Virgen murió y
su cuerpo fue puesto en el sepulcro, pero antes de que empezara el proceso
natural de putrefacción, fue resucitado.
- O por instantánea transformación de cuerpo pasible a
cuerpo impasible y glorioso... obteniendo así anticipadamente la plenitud de la
vida y de la gloria.
Las dos opiniones son buenas y la definición dogmática no
quiso definir ni una ni otra al decir que fue asunta a la gloria celestial en
cuerpo y alma "terminado el curso de la vida terrena", así que los
Teólogos pueden estar por una o por otra , murió o no murió, con tal que
acepten, afirmen y defiendan que el cuerpo de la Bienaventurada Virgen María ni
por un instante "padeció" corrupción...
El privilegio de la Inmaculada Concepción y de la Asunción
están estrictamente unidos entre sí, el uno preparó a el otro. Cristo con su
muerte venció el pecado y la muerte, y en virtud de la victoria de Cristo vence
el pecado y la muerte aquel que ha sido regenerado sobrenaturalmente por el
bautismo. Pero por ley general Dios concede a los justos el pleno efecto de
esta victoria sobre la muerte cuando llegará el final de los tiempos; por lo
tanto, también los cuerpos de los justos después de la muerte se disuelven, y
solamente en el último día se reunirán de nuevo con su propia alma gloriosa.
De esta ley general Dios quiso exentar a la Bienaventurada
Virgen María. Ella por privilegio del todo singular ha vencido el pecado con su
Inmaculada Concepción; por ello, no fue sujeta a la ley de quedar en la
corrupción del sepulcro, ni tuvo que esperar la redención de su cuerpo
solamente al final del mundo.
Así que su Inmaculada Concepción es su total triunfo sobre
el pecado y su gloriosa Asunción es su total triunfo sobre la muerte.
Por expresa voluntad del Pontífice se hicieron estudios los
más rigurosos sobre este tema; y éstos pusieron en mayor luz que en el depósito
de la fe confiado a la Iglesia estaba contenido también el dogma de la Asunción
al Cielo de María Virgen.
El 1º de mayo de 1946 el pontífice Pío XII envió la carta
Deiparae Virginis Mariae a los obispos de todo el mundo pidiendo directa y
oficialmente si en su sabiduría y prudencia consideraban que la Asunción
corpórea de la bienaventurada Virgen se podía proponer y definir como dogma de
fe, y si con su clero y su pueblo lo deseaban.
La respuesta fue casi unánimemente afirmativa. Y el singular
consentimiento, del episcopado católico y de los fieles, en el considerar
definible, como dogma de fe, la Asunción corpórea de la Madre de Dios,
presentando la concordé enseñanza del magisterio ordinario de la Iglesia y la
fe concordé del pueblo cristiano, por el mismo Magisterio sostenida y dirigida,
de suyo manifiesta de manera cierta e infalible que este privilegio es verdad
revelada por Dios y contenida en aquel divino depósito que Cristo confió a su
Esposa para que la custodiara fielmente y lo declara infaliblemente
Tradición
San Juan Damasceno se distingue entre todos como testigo
eximio de esta tradición; él considera la Asunción corpórea de la gran Madre de
Dios en la luz de los demás privilegios.
"Así como el cuerpo santo e incontaminado, que la
persona del Verbo de Dios asumió de la Virgen, resucitó del sepulcro al tercer
día, así también era preciso que ella fuera arrebatada del sepulcro y que como
madre fuera trasladada junto a su Hijo. Puesto que el verbo había descendido
hacia María, era conveniente que, con gran amor, ella fuera elevada hacia El y
habitara en el glorioso y perfectísimo tabernáculo celestial. Era preciso que
la que había albergado en su seno al Verbo de Dios, tuviera como morada los
tabernáculos de su Hijo, teniendo en cuenta que el Señor había dicho que El
debía estar en la casa de su Padre, también su Madre debía habitar en el
paraíso real del Hijo... pues si en este lugar tienen su mansión todos los que
se alegran, ¿cómo no había de estar allí la que es causa de la alegría?
Era necesario que aquella que, al ser madre, había
conservado intacta su virginidad, obtuviese la incorrupción de su cuerpo
después de morir. Era preciso que quien llevó en su seno al Creador hecho niño,
habitara en los divinos tabernáculos. Era preciso que la novia que el Padre
había desposado, residiera en la cámara nupcial de los cielos. Era preciso que
la que había visto a su Hijo en la cruz, con lo cual atravesó su corazón la
espada del dolor que no había conocido en el parto, contemplara después a su
Hijo sentado junto a Dios Padre. Era preciso que la Madre de Dios poseyera las
cosas de su Hijo, y que por todas las criaturas fuera ella venerara como sierva
del Señor y Madre de Dios.
Otro gran Padre mariólogo es san Andrés de Creta. La
Dormición de María, Madre de Dios es un glorioso e inefable misterio. No
podemos ignorar, dice, que Ella haya experimentado la muerte natural, pero en
un modo alguno para quedar encarcelada bajo el dominio de la muerte, como
acontece a nosotros, sino que, a través de un sueño estático, había de entrar
en un impactó espiritual que la trasladaría hacia los bienes que son objeto de
la esperanza y que operan una transformación divinizadora. Se trata de un sueño
al estilo de aquel que tuvo el primer hombre, cuando le fue quitada una
costilla... así fue como ella experimentó la muerte natural, pero no permaneció
bajo su poder, sino para que se cumpliera con lo establecido por la
Providencia, esto es, dar cumplimiento a las leyes naturales, pero si por una
parte cumple con cuanto fue establecido para todo el género humano, por otra
parte, no quedándose bajo el pode de la muerte, manifestó un nuevo modo de
realizarse el tránsito de un estado de corrupción a otro de incorrupción. Se
cumplió, pues, en ella la ley común, pero de un modo muy distinto de como se
cumple en nosotros, pues se realizó de una manera que está por encima de lo que
acontece en nosotros.
El alma de la Bienaventurada Madre de Dios fue separada de
su cuerpo, y esto sólo se prolongo por el tiempo requerido para el trayecto de
su descenso a los Infiernos con el fin de que ella, pasando por esos lugares
desconocidos y esas regiones inhóspitas, pudiera darse cuenta de lo que allí
existía.
Todos los Apóstoles y Discípulos, dispersos por todo el
mundo, milagrosamente llagan a Jerusalén desde hasta los lugares más remotos
para asistir al excelso triunfo de la Madre de Dios; son ellos que cargan el
bendito féretro de Sión al Getsemaní y lo llevan en procesión con participación
de toda la asamblea terrestre y celeste. Y cada uno de los Apóstoles, según su
capacidad, entonó alabanzas por el gran prodigio realizado en la muerte de la
Madre de Dios.
Si es verdad que faltan en la Escritura Sagrada y en la
Tradición testimonios explícitos acerca del tránsito de la Bienaventurada Madre
de Dios, es también verdad que no es una doctrina aislada y mucho menos
extraña; y ello porque brota de los privilegios de María y de su posición del
todo especial, única, a lado de su Hijo en la economía de la salvación. Por ser
Madre del Verbo Encarnado tiene con El, el vínculo histórico-físico, y esto la
elevó al orden hipostático (relativo) y por ende a una dignidad y santidad
excepcional y única. De aquí se deduce que Ella fue también susswmoV en
afqarsia (incorporada en la incorruptibilidad).
De la Escritura aparece muy claramente la íntima unión de
María con su Hijo, y esta íntima unión entre Madre e Hijo la Tradición la
ilustra con la doctrina de la nueva Eva. Ya desde el segundo siglo María es
presentada como nueva Eva al lado de su Hijo, nuevo Adán. Eva obedeció a la
serpiente y nos dio la muerte, María "obedeció" al ángel y nos dio la
salvación: Jesús.
Los argumentos para justificar la creencia en la Asunción de
la Santa Virgen, no son ciertamente sacados de los apócrifos, sino de la
Mariología general, esto es:
La Inmaculada Concepción de María
La Consagración del cuerpo de María mediante la maternidad.
El honor debido a María por parte de su Hijo
La unión efectiva (físico-espiritual) entre madre e Hijo
La concepción y nacimiento virginal del Hijo
El honor de María como nueva Eva.
La fe de los cristianos en el dogma de la Asunción antes se
expresó de una forma espontánea e intuitiva, luego bajo la guía del magisterio
y de la reflexión teológica de una manera más y más clara y segura.
Es preciso recordar que causa real última del desarrollo
dogmático es la acción del Espíritu Santo que ilumina la inteligencia de la
Iglesia en los fieles y en los pastores para comprender el contenido total de
la Revelación.
Hemos dicho que el dogma de la Asunción está en estrecha
conexión con las otras verdades reveladas; y los Doctores escolásticos revelan
que este privilegio "concordar admirablemente" con las otras verdades
reveladas explícitamente por la Sagrada Escritura; y además, sirviéndose con
cierta libertad de hecho y dicho de la Sagrada Escritura, lo ven como implícito
por ejemplo en aquella gran señal que apareció en el cielo, una mujer vestida
de sol, con una corona de doce estrellas sobre la cabeza y con la luna bajo sus
pies, vista por san Juan (Cf. Ap. 12,1). En la Virgen llena de gracia (Cf. Lc.
1, 28), pues ven el dogma de la Asunción como un complemento de la plenitud de
la gracia concedida por Dios a la Santa Virgen, y además, una bendición
singular en oposición a la maldición de Eva.
Dijimos al principio que el dogma de la Asunción consiste en
la no corrupción del cuerpo de la santa Virgen María; su cuerpo no padeció la
corrupción del sepulcro a la cual están destinados todos los demás hijos de
Adán y Eva. Terminando el curso de la vida terrena y éste curso pudo terminarse
o con la muerte, es decir, fue asunta al cielo después de morir y resucitar, o
por instantánea transformación de cuerpo pasible a cuerpo impasible y glorioso,
es decir, trasladada en cuerpo y alma al cielo sin pasar por la muerte como
todos los demás mortales.
paz y bien
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